Para mejor lidiar con el dragón,
armarse de coraje y de paciencia
y asumir
que a lo más se podrá tenerlo a raya
con ayuda de Dios
- que habrá de alejarlo recién
al final de los tiempos.
Debe tenerse además
los ojos y oídos abiertos
y atenta la nariz:
el bicharraco es capaz
de ocultarse
tras cualquier matorralcito
para saltar de pronto y devorarte.
La fiera acecha en los adentros, que
son el terreno más ajeno al hombre,
el más hostil, el menos cognoscible
(\"conócete a ti mismo\",
predicaba el filósofo,
que no estaba enterado
de que \"yo\" siempre es otro y enemigo
y te alienta a meterte en cuanto embrollo
te pudieras meter para dejarte
por las tuyas después,
cuando llega el momento
de ingerir la cicuta).
Para mejor lidiar con el dragón,
saber que algunas veces la bestia va a decirte
- con un aire bien piola -
\"soy una de tus partes y tal vez
una de las mejores\"
y estar dispuesto a encajarle
cuantos lanzazos se pueda,
con miedo y sin piedad.