Mis Sentimientos

El Canto de la Guerrera

En aquella época, las guerreras tenían menos privilegios que los guerreros. Ellas jamás podían enamorarse, porque su suerte así lo había dispuesto. Este es el canto de una de ellas, una guerrera, mientras caminaba sobre el fuego para curar sus heridas:


Hubo un tiempo, no lo niego, cuando te quise. 

Hubo un espacio en mi corazón, que colapsó. 

Ahora hay tempestades, arcoiris, densa neblina y sol

devorando vestigios inútiles rezagados después del adiós. 

A veces me graznan confundidas gaviotas, 

como queriendo revivir cuerpos de voluntades muertas
que hace tiempo dejaron de existir.

Me doliste como una lesión de daga que me permití desangrar, 

cerrando de a poco la herida y así poder continuar.
No le temo al dolor, ni tampoco a fantasmas.
Tengo una coraza dura, que alguna vez me animé a dejar de lado,

sin pensar que soy un jinete en guerra, y no una delicada doncella,
porque así la vida lo dispuso para mí y para eso me entrenó.
Volví en mí misma, para corregir el error, me ceñí otra vez mi armadura.
De mi traspié y caída en estiercol aprendí, cubrí los puntos débiles.
No volveré a dejarme distraer por voces, ni flores que mueren
como fenece la primavera.
Volveré a cada elemento y de él tomaré lección.
Guardaré en mi corazón lo que necesite para seguir,
me despojaré cada vez más, de lo que retrase mi destino.
Uno que ya había establecido, y que no está en mi mano
variar por mi propia voluntad, por distracciones infantiles o por juegos de azar.
Estuve en el miedo a la oscuridad, en lo gélido, en el silencio más profundo y soledad,
cuando era todavía muy indefensa,
tirité muchas, tantas veces, y lloré para calentar mi propio cuerpo,
reclamándole a la vida por otra suerte.
Enfrenté fieras que desgarraron a  zarpazos mi fe y mi universo,
siendo aún pequeña, pero logré supervivencia.
Sin embargo, yo me di cuenta que me extinguía; debía escoger si continuar o no.
Decidí dejar morir a la mariposa en mis manos todavía temblorosas,
indecisas... la vi aletear como rogando ayuda, y lloré con profundo dolor y amargura
porque nadie más, conmigo lloró.
Decidí cambiar sus alas por el gunshu, sable y blindaje.
Y allí me juré que moriría mil veces, antes de mostrar otra vez debilidad.
Que renunciaría a mi alegría, pero jamás a la protección de mi nueva fortaleza.
Me fallé a mí misma, soy humana, no volveré a hacerlo más.
Tú no creas que palabras, me hacen más mella.
Ni que el frío me amedrenta, porque en él me formé.
Tú no pienses que bajaré otra vez la guardia.
No he sacado mi espada, por una cuestión de honor,
por consideración y gratitud, hacia una buena intención,
es una breve concesión, que no se volverá a repetir.

Cantaré y así contaré una triste historia, que acabó cuando pisé el fuego,

porque tengo bien curtida la piel, por batallas antiguas y dolores añejos.

No habrá herida que las compresas no curen y que el tiempo no cicatrice,

y cada cicatriz será para mí una señal de honra, una victoria sobre mí misma.

 

Mis Sentimientos