Bendito sea, señor, que quita el pecado del mundo
pero no el hambre ni la injusticia.
Tú, que en tu infinita misericordia
esclavisas al hombre con los hombres
y ante los ruegos de uno beneficias al otro,
como si nunca hubieras oído plegaria alguna
ni hubieras conocido la palabra justicia.
Cuando dijiste que de la tierra saldra tu alimento,
¿te referías al lodo que en África los niños comen
o a las galletas que de la arena hacen?
Si de los pobres es el reino de los cielos,
porque estos estan todos en ésta tierra?
Deja que el justo reciba justicia
y que el hombre de paz se salve de la guerra.
Quitale al evangelizador las posesiones no merecidas
como le has quitado al fiel sin merecerlo.
¿Cómo el malo dejará de ser malo
si sabe que tú le has de perdonar todos sus pecados?
Y ¿por qué condenarlo al sufrimiento eterno
si en ti esta la bondad infinita?
¿Cómo hacer bueno al malo, sin quitar perdon ni dar castigo?
Si tú, omnipotente, no has podido con eso,
¿cómo esperas que nosotros podamos?
¿Por qué si nos prometes la vida eterna hay que morir para conseguirla?