Mi río tiene un cauce
De sensibles orillas
Y algodonoso lecho.
Tan blando y tibio que creo
Que en momentos de abandono
Sirve de cuna a mi cuerpo…
Mece el agua, canta el río
Su viril canto viajero
Y su caudal generoso
De rumorosas corrientes
Serpentea bajo el cielo…
Es un amante mi río,
Amante de brazo ardiente
Casi humano su caudal
Que desliza por mi vientre
Dedos verdes, y la espuma
Que lame mansa y silente
Orillas de suave musgo
Entre los juncos durmientes…
Caudal de fuego, mi río!
Cauce entregado mi cuerpo!
Río y carne navegando
Por las crestas del deseo
Como queriendo ofrendarse
Mutuamente los secretos
Entre murmullos de agua
De cristalinos destellos.
Me turban sus verdes brazos…
Y yo en mi cauce lo enciendo…
Y su caudal reverbera
Y se encrespa turbulento
Descargando la corriente
Hilos de plata en mi cuerpo.
Nadie me conoce tanto
Como mi río en su lecho!
No ha habido nunca otras manos
Que me llevaran ¡tan lejos!
Como su caudal de argento
A lomos de agua, viajero.
Y gozo de ser su cauce
Y él se desvive por ello…
Y se queda sosegado
Refrenando su deseo
Para que en la fresca sombra
Su caudal llegue a mi tiempo
A orillas de verdes algas´
A playas de arena y cielos
A peces de blancos lomos
Viboreando entre los ceibos.
El me apacigua con agua
Y yo lo enciendo con fuego
Y le ofrezco sin reservas
Mi cauce para su lecho.
Desde su caudal me habla
Desde mi cauce lo entiendo
Y él se viste con mi piel
Y yo en agua me convierto
Que hasta piensa la corriente
De vernos así querernos
Que somos dos blancas olas
Que entre dos playas han muerto.
Que el río me dio su alma
Y que yo le ´di mi cuerpo
Alma de cristal de agua…
Cuerpo de rojo destello…
¡El río, duerme, en mi cauce
Y yo, en su caudal, me pierdo ¡
Cristina Cammarano.