Donaciano Bueno

A esa bendita plaza

A esa bendita plaza,
del corazón simbiótico de la ciudad más linda,
a los pies desnudos del Pichincha,
esa alhaja de plata
¡coso de leyendas confidente
de dimes y diretes de la gente!
mística y creyente
en la que la historia se hizo historia
y los indios y los indianos reivindican tu memoria.

 

Ahora de la independencia, otrora plaza grande,
de leyendas preñada,
en el centro el libertador la espada blande
pregonando por los cuatro vientos a los andes,
de las Américas su derecho de pernada.
Eres del Ecuador plaza vistosa
por el colorido de tus visitantes regalada,
angostas calles, sin mácula, casas abalconadas,
¡eres hermosa!
de insignes iglesias y conventos rodeada,
bella entre las bellas por los cuatro lados biselada,
más que plaza eres un amor, como una diosa.

 

En tus entrañas el grito se hizo voz,
tal fue el clamor y tan atroz
que, atónitos, los dioses en las iglesias repitieron
y a esa orden repicando las campanas les siguieron
de forma que hasta los que entonces obstáculos eran se rindieron.
¡Eres tu, joya serena!
arropada por la ilustre catedral,
de Carondelet, el palacio municipal y arzobispal,
que hasta en la noche, cuando ya dormida sueñas
vigilantes siempre están cuidando de su dueña
para que nadie intente su decencia mancillar
y que todos de tu presencia podamos disfrutar,
pues aunque sólo sea verte plácidamente reposar vale la pena.