La lluvia lo trae, el viento se lo lleva,
el sol lo calienta, el frío lo congela,
la mirada lo inquiere, la boca lo interpone.
¿Y luego qué?
Me acuerdo de las voces,
de las velas amarillas y naranjas,
pedazos de sueños destrozados por el tiempo
y el suspiro del reloj decepcionado,
anteriormente lleno de vitalidad y fe.
Me angustia la posibilidad y el silencio,
el arrepentimiento y la mentira,
me asusta la penumbra y la sombra
que se despliega cuando cierro los ojos
y no la veo, no la encuentro. ¿Dónde estás?
No me quiero quedar aquí,
el camino me lleva por destinos que no me pertenecen
pero que parecen mejores, sólo por ser nuevos y diferentes.
Mírame a los ojos y dime que todo irá bien.
¡Vamos esperanza! Muéstrame dónde está mi tren.