Hoy recibí la fatal noticia
dura y blanca
como tu muerte.
¿Cómo me sentí?
no sé decirlo
una espada
fría
cruzó mi frente
y la otra sustancia
que es mejor que el alma.
Anochecía apenas
tu hocico besaba
por última vez
a la vida.
¿Recuerdas?
tu pelo tenía
el color
de la canela
y una mezcla de aurora
y niebla eran
tus orejas.
El dolor de no ver
vidriar tus ojos
duros ya por la agonía
me duele más
que tu muerte.
No desaté lágrimas
porque lloré por dentro.
Tendido
junto a la iglesia
se te rompió
el delgado límite
que te diferenciaba
de las frías baldosas
de piedra.
Tu último saludo
sin notarlo del todo
tenía algo de despedida.
¿Será Dios lo que llamamos impotencia?
Entre nosotros
estuvo:
la bondad
la lealtad
el amor:
- tal vez
más humano-
tascando huesos.