Murialdo Chicaiza

UN ADIÓS PARA COCONO

Hoy recibí la fatal noticia

dura y blanca

como tu muerte.

¿Cómo me sentí?

no sé decirlo

            una espada

fría

cruzó mi frente

y la otra sustancia

que es mejor que el alma.

 

Anochecía apenas

tu hocico besaba

            por última vez

            a la vida.

¿Recuerdas?

            tu pelo tenía

el color

de la canela

y una mezcla de aurora

y niebla eran

tus orejas.

 

El dolor de no ver

vidriar tus ojos

duros ya por la agonía

            me duele más

que tu muerte.

No desaté lágrimas

porque lloré por dentro.

 

Tendido

            junto a la iglesia

se te rompió

            el delgado límite

que te diferenciaba

            de las frías baldosas

            de piedra.

 

Tu último saludo

            sin notarlo del todo

tenía algo de despedida.

¿Será Dios lo que llamamos impotencia?

 

Entre nosotros

            estuvo:

la bondad

la lealtad

el amor:

-       tal vez

más humano-

tascando huesos.