Qué poco falta para que llegue ese día mágico…
Mágico, porque suponemos que con la sola llegada de él,
todo debería estar en calma, en armonía, sin iras, sin rencores,
con el alma en la mano y el corazón dispuesto a perdonar a amigos y enemigos.
Ojalá pudiéramos estar dispuestos a estos sentimientos,
no solo para estar en paz con los demás,
sino sobre todo con nosotros mismos.
Particularmente a veces he estado mal con otras personas,
y cuando decidí hablar, poner las cosas en claro o intentar un acercamiento,
me di cuenta que dentro mío sentía un gran alivio,
como si hubiera tomado un vaso de agua cuando estaba desesperada de sed.
La sensación es maravillosa, los invito a intentarlo.
El tiempo pasa deprisa, con la rapidez del que sabe lo que está haciendo,
y el problema es que a veces nosotros no lo sabemos tanto.
Creemos que vamos a existir por siempre,
y que tenemos tiempo para perdonar, para que nos perdonen,
para decir te quiero, para que nos quieran,
para permitir, para permitirnos,
para ayudar, para que nos ayuden,
para demostrar amor y que nos lo demuestren…
Creemos que “el cielo puede esperar”…
y a más de uno los ha tomado por sorpresa
y en el momento en que suponían que mejor estaban.
Que no te suceda, que no nos suceda.
No nos sintamos todopoderosos…no lo somos.
La vida y la muerte nos exceden.
Por eso… estamos a un pasito de Nochebuena,
de la magia, de los ángeles,
de los villancicos, de la sensación de que todo es posible.
Y es cierto, si nos lo proponemos, todo es posible…
basta con desearlo con mucha fuerza
y poner todo nuestro ser a conquistar lo que queremos.
Y seamos egoístas, si, egoístas, apostemos a sentirnos bien.
Dediquemos tiempo a obtener esa sensación de bienestar
que solo lo da la libertad de decidir
que no estamos atados ni al odio, ni al resentimiento.
Llama a esa persona, familiar o amigo, a quien hace tiempo no ves
y crees que la distancia la ha hecho prescindible;
tal vez ha sido o aún es,
muy importante en tu vida pero no lo quieres admitir.
Busca su número,
seguramente lo encontrarás en las antiguas agendas que escribíamos a mano.
Hazlo tú, no te sientas inferior por llevar la delantera,
el resultado puede ser maravilloso
¡no te lo pierdas!
Amígate con tu vecino, con tu familiar,
con tu amigo, con tus padres,
con tu hijo…
no dejes pasar otra Navidad sin saludarlos,
sin brindar con o por ellos, sin darles un beso,
sin que te den un abrazo, sin brindarse una caricia.
Humedece tu rostro con esas lágrimas que ruedan con amor.
Ten la mejor platea que es la presencia,
para ver el más grande espectáculo del mundo…
la sonrisa y el cariño envueltos en una mirada cómplice.
Que esta nueva Navidad que se acerca,
nos encuentre a todos ligeros de equipaje,
libres de ataduras, con ganas de perdonar, de acercarnos,
de abrazarnos, de brindar, de sentir, de compartir.
Recordemos la frase del Principito “lo esencial es invisible a los ojos”…
Lo esencial no se ve, se siente…
por eso se llaman sentimientos.
Que los nuestros sean acordes al espíritu de la NAVIDAD.
Alicia Santi