¡Oh! Lindos luceros,
vuestros, amor, me insitaís,
a este bizarro, amarlos
y en verlos insistaís.
Mi discreta elocuencia
alaba tu belleza,
con tanta reverencia
en este mundo su estrecheza.
De ínclito talante,
amada mía, caigo a tus pies
como un valiente gerifaltes,
soy tu caballero andante.
Vuestra gallarda hermosura
embellece al estío,
desde la retirada aurora
hasta el cernícalo prístino.