Para escribir un poema rojo,
sólo necesito recordar tus labios
o tu rostro...
que se encendía ante mi verbo alado
o por mis manos... ¡recorriéndote!
Para escribir un poema verde,
me serviría pensar en tus ojos,
en los que, a pesar de la distancia,
aún logro verme...
pues en mi mente los llevo
¡todo el tiempo...!
Para escribir un poema azul,
sólo debo mirar al cielo,
al que tantas veces clamé
para no perderte... ¡y no te pierdo!,
¡porque estás en mi recuerdo!
Para escribir un poema anaranjado
esperaría al ocaso...
que es cuando me duelen más
las añoranzas por tus besos...
por tus abrazos...
Para escribir un poema blanco
no me hace falta, aún, ni recordarte,
porque el amor total que quise darte,
fue puro, casi virginal, ¡un pacto santo!,
y, aunque no te pude enamorar...
¡me amaste tanto...!
(y no me dejarás de amar,
tuviste que apreciar de todos modos
lo que no podías evitar...)
Para escribir un poema negro
sólo tengo que dejar
que la soledad de la noche
llegue a mi encuentro,
para viajar en el coche del silencio
¡a la cita multicolor de tu recuerdo!