Hacia lo eterno
Medito a plazos, medito sin más tiempo
que este de meditar y ver el día,
medito sin saber cuál es la ruta,
e insisto en meditar, al menos trato.
Quizá es mejor vivir, ser aire puro
y no andar preguntando quién he sido,
quizá la validez del suave oleaje
es ese, no tocar ni el cielo ni el abismo.
Aquel rocío vuela y nos empapa en cada costa,
su sal, su aguja de agua imperceptible
nos clavan y nos lavan de miserias,
de cosas que aprender u olvidar pronto,
de esperas que no son sino pisadas en la arena.
La vida es fraternal, señores míos,
no pide lo que da, se da sencillamente,
a veces tú te acuerdas de ser noble
o humano o miserable con reproches
y tiendes al mirar la mano hacia tus hijos,
la boca hacia la voz que da las gracias,
la propia libertad hacia un futuro
en que seamos ya mejores y ya más de lo que fuimos.
Medito y crece el mar, el agua fresca
en orlas de alba y sal toca mis huesos,
la noche transcurrió bajo esta estrella,
la vida dejará tras esta noche un manto puro,
medito como tú, cuando ninguno lo sabía,
volvamos de esa flor y ya verás cómo nos une
la alegría de temblar tras la mirada hacia lo eterno.
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