No sé de ninguna
tierra prometida,
que en lo alto del camino,
mi alma pueda volar.
No conozco ningún
confín del mundo,
donde apagar el fuego,
de mi amor profundo.
No sé de ningún
verde paisaje,
para descansar mis ojos,
de mi vida sin reposo.
No conozco ningún
rincón ni paraje,
para sentir que estoy viva
si no son tus labios besándome
y tus palabras mimándome.
Después de ir
de aquí para allá,
ya no necesito buscar más,
fuera de ti,
para mí no hay lugar;
sólo me puedo encontrar
perdiéndome en la selva
de tu frondoso cuerpo,
y en la alborada de tu corazón.
A la orilla de tu puerto
he anclado mi velero,
en el calor de tus brazos,
encuentro el abrigo que deseo.