Para A. B.
El idilio me persigue desde joven,
Me viene a la menor provocación de un contoneo de ojos.
La mujer es un ritual de invocación al corazón de uno,
Debería tener un permiso para rondar el alma.
¡Mírala!, portando su linaje cósmico, con tanto desparpajo;
Como si el corazón fuera ciego o los sentidos piedras.
Veme, con la cordura lejos de la realidad.
¿Qué me conjura la mujer en los ojos que me crecen fantasías de tres cabezas?
Ideas de fuga, delirios, palpitaciones, insomnios… ¿a dónde nos lleva ? No lo sé.
Sólo me entero de mí, al caer. Con la memoria crecida, lleno de historias;
Interpretando la vida, por los momentos de una ausencia. Sin tiempo.
Con la ineludible pregunta ¿por qué me persiguen los idilios? Y la insoportable respuesta de
Siempre… infinidad de dudas, antes de la resignación.
Uno va aceptando la fortuna, para contar a los demás nuestras historias
Y hacerlo se vuelve el antídoto a las fantasías de tres cabezas.
Ian Henry Deep