Quisiera tener la certeza de que soy irremediablemente libre
que los tiempos que observo no lastiman mis pupilas
quisiera probar algo de inconsciencia para no ver
ni oír, como aquellos profetas ciegos y sordos
que transitan sin apuros y en paz cotidiana.
Quisiera beber alguna bebida neutra
que envenene mi paz y obstruya mis certezas.
Porque no me contento con nada ni con todo
busco parentescos en todos los hombres
dolores repartidos, sufrimientos ajenos
enfermo de mí, aturdido de mí, entre heridos
y hombres desterrados del derecho a la vida
miro niños en tiendas entre el frío y la niebla
madres que han perdido sus semillas y el alma
claridades que son vencidas por las sombras
como vencen las ruinas ante la belleza.
Busco a tientas la esperanza, aquella que quiero
que no desfallezca antes de nacer
contemplo encandilado los cortejos de hombres
ante los flautistas pérfidos, guiándolos
hacia los sueños deseados, a la rutina
a los espejismos resecos y brillantes.
Y esta sed que no me deja, que transita
por los poros de mis muertes y mis agonías
que no se observa. No hay señales de ella,
dirán que nada pasa, que me acostumbre,
que el tiempo transcurre y es lo único que fluye
en este espacio de misterio que es el mundo.
Tan desolado y candoroso, turbio.
Mientras tanto debo abandonarme, lo necesito,
ya vendrán los días de descanso, si acaso
el alma descansa en el reino del empolvado olvido.