A Miguel Hernández 28 de marzo 2013
Hoy alzo mi voz, trémula y herida
al viento que furiosamente mece,
las olas de este país, que sumiso fenece
en las mismas garras, que apagó tu vida.
Sigue la misma y repugnante osadía
que dejó en el olvido, tu batel a la deriva,
con una acción criminal y pasiva
que ayer y hoy, nos quita la alegría.
Hasta el umbral que me lleva contigo
con ahogado grito, he llegado esta mañana,
entre efigies y tumbas, a esa paz que me hermana
con tú sepultura, a la que tanto admiro, amigo.
Van setenta y un años, de temprana ausencia
de que hendiera con rojo brillo en tu costado,
aquel cuchillo de metal crispado
que ahogó el fulgor, de tu presencia.
Tú que fuiste azahar y viento del pueblo
regio pincel de amor y aura de versos,
tú que aventaste la voz hasta los perversos
y el temeroso de Dios, ante su falacia tembló.
Tú que arrancaste el yugo del cuello del varón
defendiste el vientre de la mujer y al soldado,
lloraste al hijo que de cebolla fue alimentado
y exculpaste al hambriento de ser ladrón.
Tú que recibiste el azote del ambicioso,
sobre ti cayó, la ira del sanguinario,
y callada y malvadamente a diario
fue ahondando sobre tus huesos, su acoso.
Quiero libar la escarcha de tu lado
para poseer las mieles del gran saber,
y ofrecer una luz, al desgraciado.
Se me hace un nudo en la garganta al beber,
y una congoja siento al volverte a ver,
no entiendo, ¿por qué aquí, no podías caber?
Quiero decirte que estoy de tu lado
las mismas llagas llevamos en la mano,
llagas del trabajo que no serán en vano
porque a tu sentir, estoy abrazado.
J. Marc. Sancho 28/03/2013