Erickzen Ludewig

Bajo tierra


La muerte vocifera tu nombre
¿La escuchas?/  Sangre coagulada se derrama de su voz/ Ojos gelatinosos cuelgan sobre su cuello/ Donde enclava sus frígidos pies/ Se revuelven huesos, harapo y mugre/ La carne se pudre en densa tiniebla,/ Mientras un “hervidero de gusanos” desmenuza tu corazón/ Las moscas descienden para danzar sobre tu hedor./   ¿Puedes ver su flameante silueta?/ Porque yo si la percibo emplastada en tu aliento/ ¡Si, dilo! -ja ja ja-/ Dilo con toda franqueza/ ¡Quieres vomitar la tierra que inflama tu cuerpo!/ ¡Quieres exprimir tu alma por sangrar de nuevo!/ ¡Quieres reventar tu voz por sentir el cielo!/ ¡Quieres incinerar el ataúd donde se pudren tus huesos!/   ¿Cierto? Pues aquí está la muerte tan viva y relumbrante/ Anda, pálpala, pruébala en tu carne fétida y descompuesta/ Que su faz, la dibujan las lombrices, las larvas y las bacterias/ Que crecen, comen y se multiplican como último Vestigio humano de tu ilusoria grandeza./   ¡Los dioses son pútridas miasmas!/ Nada más sirven para engordar gusanos./ En las catacumbas de la historia queda toda la vanagloria humana/ Y el reposo eterno no es más que eterna pestilencia./   Las luciérnagas titilan con las campanas/ En una medianoche fría, con niebla disipando la luz de los faroles./   De repente descubro un presagio invernal/ Una cripta abierta deja escapar unas ilusiones difuntas/ Y veo mi rostro, podrido, adornando ese hueco.../   Estoy tan dentro, bajo tierra, como asquerosamente muerto/ Con siniestros engendros hartándose mis restos,/ Brotando de uñas, estomago, ojos, dientes y garganta.../ Sonrió porque soy festín de tan repugnante microcosmos viviente en la muerte./   Pero, entonces, ¿Si yo estoy muerto?/ ¿Tu que me oyes acaso estarás vivo?/ ¡No! ¡Es imposible!/ Te vi caer bajo los colmillos de la muerte./ O tal vez, ¿Lo que vi fue mi rostro, luciendo una muerte telúrica?/   De cualquier manera, si ya estoy muerto/ ¿Como es posible que aun pueda escuchar mis pensamientos?/ ¿Sera que las ideas nunca duermen?/ Ni en los más oscuros, silentes y estáticos momentos./   ¡Las ideas no duermen ni aun cuando has muerto!/   Poco a poco desaparezco como alimento de insecto/ Que brotan de todos los rincones de mi nauseabundo cuerpo/ Y ahora; me encandila la certeza, que oculta en vida/ La desentierro a través de la muerte: ¡Los sueños de los vivos despiertan cuando están muertos!/   Mi voz se difumina con el silencio de la madrugada/ ¡No olviden vuestras raíces forjadas de las tumbas y los cementerios!/ ¡Porque son la simiente de vuestros frutos!/ La tierra putrefacta ha parido la más hermosa de las orquídeas./   Casi doscientos años... De ignorados, podridos y olvidados ¡Y los sueños de los muertos despiertan en el sur de América!/   “La vida es un sueño que se transforma en otro sueño”/ Hasta que llega la muerte y nos despierta./   La última gota de mi existencia se desvanece/ Ojala algún día... Mis sueños también despierten.