Me despierto, estoy dormido, veo un sueño,
aviso! no soy dueño de ese guiño de Morfeo
y me recreo en cada paso que voy dando,
mientras ando, el suelo raso va cambiando,
hay muchos extraños que a lo lejos me rodean,
una niña me persigue mientras su cuerpo zarandea,
corro, choco con el hombro de un desconocido,
cruzo una mirada que me muestra su vacío,
tras el silencio, continua su camino dando tumbos,
y yo el mío, sigo recorriendo sin rumbo, calle abajo,
en lo oscuro aún me sigue una sombra con desparpajo,
de repente una mujer en la esquina me espera,
con un libro, unos tacones y una pose de ramera,
en el instante en que llego, algo me va susurrando;
mantente distante y a la vez se va acercando,
se detiene en frente mío y me suelta un puñetazo,
de su cuello quita un crucifijo colgante de un lazo,
lo deja caer y se hace añicos, mil pedazos,
la mujer me lanza un beso mientras mira con rechazo,
entretanto, se abalanza a mí, la niña mientras llora,
y me abraza a la vez que grita: no me dejes sola!
al levantarme, corre hacía la luz de una farola,
topa y cae, dice: te quiero, mientras se inmola,
desaparece como una luz cuando te alejas...
La mujer me grita: ven!, desde unas gradas disparejas
subo, al llegar, una estación de tren, ella mira perpleja,
atónita, el reflejo indiferente de su rostro en un ventanal,
como perdida, grita: no me mires, vete, me hago vieja!
se transforma en sombra como si se tratase de un ritual,
las puertas de un vagón al fondo, se abren de par en par,
a cada paso, el temor se apodera de mi signo vital,
la niña sale del tren, dice: sube! (con miedo a gritar),
y mientras corro hacia el vagón, el tren empieza a acelerar,
la niña chilla: no me dejes nunca! y se va hacía el umbral
de una fauna divina, subo al tren sin saber a donde lleva,
y hacía aquella esquina, corre la mujer, de repente se eleva,
en el momento que cierro los ojos y confío en que esto resuelva,
se oye a la mujer gritar con rabia : no quiero que vuelvas!