Adelaida López Marcos

PROMETIENDO TU MUERTE

Dios no conocía esto de mí,
quizás es cuestión de tiempo,
si yo fuese él,
me pensaría mejor dos veces la vida.

La vida se escarcha

en el sueño del pobre,
envuelta de frío
con vacío en las noches.

Congelados quedaron sus ojos,

más abiertos que el cielo.
¡Niño!, no mires más el hambre,
que la mano de la escarcha
no llena nada,
ni cierra ojos de pobre.

En la cuna del frío,

no hay ojos más nobles,
que miren tan temprano,
a los días y a las noches.

La mañana cruje al cielo 

alarmando a los bosques,
metidos entre mantas
vieron tus dos luceros,
más tiesos que un roble.

¡Hijo!, yo cierro tus ojos,

hilo a hilo me deshago,
tejiendo tu cama
entre la escarcha y el cielo.

Fui yo quién tapé al niño,

con mi estallido fuerte,
más fuerte que los latigazos,
prometiendo tu muerte.


Dios no conocía esto de mí,

ni el arrullo del eco,
ni la escarcha del hambre,
que mataron tus ojos negros.