Tenía algunas profundas huellas del pasar de los años en su
rostro y manos.
Su mirada era triste, pesada y cansada,
siempre la dirigía hacia el cristal roto de su ventana
sucia y abandonada.
Con sus dedos agrietados continuaba sosteniendo su jarra vacía.
Su puerta, entre abierta, por si ella regresa al fin.
Hace mucho tiempo se marchó,
prometió que volvería!
Su aroma... Su única compañía.
Ya no tiene lágrimas que borrar.
El viejo, ha olvidado respirar,
no ha notado lo holgado de su cinturón,
ni que el latido de su corazón,
es cada vez, mas tímido, suave y ausente...