La lluvia golpea el sepulcro que esconde tus restos
Sobre una planicie esmeralda de soledad y recuerdos
Los ángeles lloran, la hierba se ahoga
La tierra se abre evaporando el silencio
Las campanas rebotan gritos en la madrugada
El aire se pudre por el olor de la peste
Los muertos despiertan buscando consuelo
Pues la vida, hace rato que se olvidó de ellos.
Tú lapida extraña el tacto de mi presencia
Sus velas marchitas anhelan la lumbre
Un ave oscura entroniza tu tumba
Sus ojos reflejan mi pesadumbre intacta
Picotea mi alma con un canto fúnebre
Agitando a los muertos que codician mi estampa
Ellos, desgraciados, podridos y malolientes
Me arrancan las flores que traje a tu encuentro
De sus cuencas se escuchan ecos de tormento
Sus bocas vomitan gusanos que devoran mi cuerpo
Y el ave oscura sigue cantando mi muerte.
Poco a poco, el hambre difunta me deja en los huesos
Tu tumba se abre, el vacío está adentro
Mi alma llora, mis huesos reposan
Soy el nuevo inquilino de tu sepulcro
La tumba se cierra los muertos se marchan
Las flores regresan a tus manos santas
Pues la lápida adorna ahora mi nombre
Colocas con delicada dulzura las flores en mi tumba
Una lágrima tuya resbala de una mirada perdida
El cielo se cierra los ángeles duermen
El ave oscura se marcha los muertos perecen
Tu rostro irradia de luz al nuevo día
Tu voz llena de melodías la soledad del desierto
Tus flores regalan aliento a un espectro
Que esperara con “ardiente paciencia”
Otra visita tuya al cementerio.