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Caminito que duermes a la rivera
de aquel río circundado por bejucos,
en tu dorso están las huellas de mis pasos
y de los cascos de mi corcel de palo.
Ha pasado el tiempo y aún escucho
el tropiezo de mi ojota lastimada
en el lodo, bajo la lluvia y la neblina
de una silente y oscura noche andina.
Caminito entre peñascos multiformes
cuyo eco reverbera mis lamentos
y mis cánticos de niño perenniza
junto al trino de un jilguero enamorado.
¡Ay camino! caminito no me llores,
yo nunca te olvidé, solo que un sueño
convirtió a mi alma en vagabunda
y me arrastró por ignotos senderos.
¡Ay camino! caminito hoy a ti vuelvo
a recoger mis rastros y como otrora
en esa piedra posar mis otoñales huesos
donde peleaban los escarabajos.
Caminito solitario de los andes
donde hoy trotan zorrillos y fantasmas
tu figura está tatuada en mi alma
y en la palma de mi mano como estigma.
Eugenio Sánchez