La misma claridad
rompe tu sombrío perfil.
Torva la tempestad.
Blancas las centellas
que hieren el cielo ceniciento.
Si es tu deseo
que me entregue a las sombras
envuelto en terciopelo azul,
así será.
La ventana del quinto cuarto
abierta al abismo mojado.
El relámpago iluminándote.
Subiré la escalera de caracol,
traeré gotas de lágrimas santas
para conmover tu perdón.
Sembraré flores negras y opacadas
y de la hiel que de ellas saque
beberé así tu mirada.
La indulgencia rozará tus dedos
como lo hizo un espectro conmigo,
la noche que sudé por tu ausencia.
Y ahora,
en este remolino de colores ignotos,
te pido paz por mi alma
y por mis huesos clemencia.