Hoy...
Hoy no te vas querido Alfonsín,
es tu descanso una llama que invita a la reflexión,
que el pueblo soberano recoja esta invitación
a releer lo que le diste con tanta pasión.
Ayer...
Ayer, un país en llamas: de asfaltos ensangrentados,
de estallidos nocturnos y muertos eternos,
juventudes truncadas por uniformados discursos solemnes
y libertades falsas,
sociedad sin rumbo, cual fantasma.
Ayer...
Ayer, gentes con clamor de pueblo
y un grito ahogado por sus hijos muertos,
la tristeza más sangrada
que gestó el sublime deseo.
Un día...
Un día apareció entre los trigos de la Chascomús rural,
emergió de las bibliotecas
enriquecido por el derecho;
y por la tangencial ruta 2 caminó hacia el Congreso
con paso firme y resuelto.
Mas tarde...
Mas tarde, tamboriles y manos diversas pero abiertas,
cansados y diversos cuerpos vapuleados por el cruel destino,
se alinearon en fila común, sumándose a sus ideales,
para seguirlo sin miedos:
Y el país creyó.
Justo, a tiempo le puso un puño a la sin razón,
Don Ricardo emergió despacio,
sintió el hambre de libertad en el corazón.
Tradujo el ruego, rogó a Dios,
y en cada discurso rodeado de pueblo,
entonó el Preámbulo como única canción.
Hoy...
Hoy estás en esta Argentina
que otrora por tus ansias reverdeció
los laureles heroicos de los que nunca mansillan su voz.
Hoy estás en nuestra entraña,
en cada adolescente que en los 80 nació,
y los adultos recogen tu legado: paz y unión.
Mañana...
Mañana se leerá tu estirpe en democráticos textos:
tu humildad,
única bandera tatuada en la piel de mi nación;
entre aquellos personajes,
los faltos de linaje,
entre aquellos hombres,
los repletos de lealtad y vocación.
Hoy, como ayer,
se conmociona el adn de mi país,
hoy, ayer y mañana y siempre,...
No te podremos olvidar... NUNCA MAS.