Se ha iniciado una tormenta...
el viento golpea mi puerta,
repiquetea el sonido...
va y viene como aullidos
de feroz jauría de lobos...
Antes me gustaba el viento...
o tal vez sería el modo
en que mecía tu pelo...
a veces recuerdo, pero,
no recordarte... prefiero.
El viento trajo las hojas
con las que juega en el suelo,
las maltrata, las golpea,
como el recuerdo a mi pecho...
de tus ojos... de tu cuerpo...
Me gustaría encontrarte
aunque sea un breve momento...
preguntarte si también
te maltratan los recuerdos...
si me extrañas... o si tienes
añoranzas por mis besos...
¿ Se siente o estás durmiendo..?
¡¿ Por qué te fuiste tan lejos...?!
¿ Puedes preguntarle a alguien
si habrá un futuro reencuentro...?
Veloces, dibujan las hojas,
círculos en sus vuelos,
cual si fueran aves locas,
transitando vericuetos...
las observo y abstraído
creo viajar en el tiempo...
¡hasta un tiempo en que te tengo!
Y reconstruyo en mi mente
los lunares de tu cuello:
cinco, que yo te decía
que eran la luna y el sol,
a más de las Tres Marías.
Siguen pasando las horas,
el insomnio me domina,
repitiendo vez tras vez
mi invariable fantasía...
Observando, mientras tanto,
el nervioso movimiento
de la puerta de mi cuarto,
que golpea y me hipnotiza,
trayéndome el sentimiento
de amor, al que no renuncio...
y te espero... (¡no debería!)
El viento golpea la puerta
y me olvido...
de lo lejos que te fuiste,
y me olvido...
¡qué estás muerta!