Tromen

A veces hay que caminar

A veces hay que caminar

sin mirar el rostro de la gente.

Sólo dedicar la vista al pasto recién cortado

por un obrero cansado en la tarde;

sólo rastrear la sombra de las nubes disueltas,

sin darse cuenta de quién te saluda

y de quién habla por teléfono en el banco del hospital.


¿Para qué andar buscando personas que no conocemos?

Todos se comportan de la misma forma.

Simplemente, a veces, no hay que hablar,

sólo dedicar la vista a las margaritas

viviendo en el lecho de la calle.