Ayer andaba perdido
hurgueteando tesoros
detrás de los símbolos.
Tropecé con un anillo de humo.
¿Dónde comienza la transformación?
Me asomé al centro del anillo
y sentí la humedad de la luna.
No, no era la luna de los astronautas.
Simplemente estaba allí,
como si de sus grandes ojos
hubiera brotado una lágrima.
Entre salto y página venía correteando un perro
y su cola flameaba jubilosa.
¡Ah, bendita hierba floreciente
jardín magnífico
que arranca del invisible corazón del anillo!
Me ha pedido que le preste atención
si en verdad quiero ver sus flores.
Aquí estoy con mis venas abiertas
y una extraña vitalidad me sostiene.
E.D.A