Triste alborada
La noche llega a sus linderos;
de aquel manantial de estrellas,
queda un último lucero
que poco a poco se vuelve imperceptible.
Mientras todos parpadeaban, quise atrapar
el más brillante, pero mis brazos cortos
no lograron su anhelo.
Miré mis manos que soñaron con ellos
pero están tan vacías y lloran sombras tristes
cuando el alba acaricia mis sombras.
El sol aún dormido besa la línea horizontal
yo lo atisbo a distancia con estos ojos viejos
cansados de perseguir luceros
y me convierto en nexo de la noche y el día.
Amanece y, mientras para el mundo
Una nueva flor encendida se abre
ofreciéndose airosa, radiante, hermosa,
en mi alma palidece una última rosa…
se va de la mano del último lucero