La noche se aproximaba y en su velo nos traía la magiadel brillo de las estrellas y de la luna blanca enamoraday nosotros un inmenso deseo teníamos de pecarnos, mi viday, entonces se buscaban nuestros cuerpos junto a la esenciaque se encendía en nuestras almas, con solo el deseo de una cariciaque se inventaba como verdad cuando éramos carnales en aquella cita te tocaba, me besabas y me dejabas húmeda y con ganas mi entradayo dejaba en tu piel señales vivas de que existía el pecado y la locuraentonces nos sujetábamos en el poder del deseo que nos quemabaque nos empujaba sin voluntad a decirnos: ya eres mío, ya soy tuyapecado divino que nos olvidaba del infierno y una nube clara era la sábanaque nos envolvía sin césar en el ímpetu del ansia que nos arrinconabacon íntimos cariños, encendiendo el fuego entre los dos y más nos atabanos inducia como animales en celo a esperar la noche con enorme entregadaentonces tú y yo abríamos los cerrojos con solo el deseo de una cariciahasta llegar corriéndonos y amándonos sin medida y sin conciencianos olvidabamos del mundo allá afuera y suspirábamos enajenados mi vidasolo por el deseo de una caricia que aniquilaba, en los dos, la entereza…