En una plaza cualquiera de la ciudad
te di mis manos, te di mi boca, mi suspirar...
mis manos, lentas, te recorrían
creando estrellas de fantasía
que iluminaron tu geografía de enamorada...
en esa plaza (que he olvidado) ¡qué bella eras...!
¿Dónde te amé...? Fue en Asunción,
en muchas plazas... y en sus riveras...
y en un hotel, donde escondíamos nuestra pasión...
¿no lo recuerdas...?
o en Aregua, entre camalotes, en primavera.
Sólo quedaron (en mi memoria)
tus ojos claros, tu piel de reina,
tus besos fuego, tus manos tiernas,
tu tersa cara, resplandeciendo ese fulgor
que da el amor... ¡qué bella eras!
Yo, como hombre, luché con fuerzas
por retenerte, ¡no tuve suerte!
y vi la muerte de aquel romance que nos unió
(de todos modos nada es por siempre...)
Tus ojos claros... la primavera...
¿fue en una plaza?... (tal vez lo fuera...)