—Maestro, el otro día decíamos que nuestra visión está distorsionada, pues el reflejo de lo que vemos no es lo que somos, ¿es así? —recordó el discípulo.
—Sí, así es, totalmente cierto! —afirmó el maestro.
—Maestro, si es así, entonces, si mi visión está distorsionada, como sabré que tú eres mi verdadero maestro? —indagó el alumno.
—Muy buena pregunta querido discípulo. —reconoció el maestro con alegría.
»En verdad yo no lo sé si soy tu maestro.
»Tú, y solo Tú, debes saberlo.
»Si estás aprendiendo algo de mí, tal vez yo pueda ser tu maestro. Si no estás aprendiendo nada, entonces no soy tu maestro. Cuando ves algo hermoso en alguien y cuando se quiere aprender algo de esa persona, entonces ésta se convierte en tu maestro. Nadie te puede decir: Yo soy tu maestro! Aprende de mí! o Yo enseño mejor! Ningún maestro genuino te dirá eso, jamás! El maestro solo te señalará el camino, limpiando tu mente para que puedas llegar a tu corazón. El esfuerzo es de los dos. Eso sí, una vez que elijas a tu maestro, él deberá aceptarte también, escudriñando en tu corazón tu propia capacidad, voluntad, de cuánto estás lleno o vacío y de cuánto estás dispuesto a sacrificar para poder aprender.
»El maestro despertará, entonces, a tu Gurú interior.
»El maestro no es el Gurú. La enseñanza es el Gurú —a quien debéis escuchar.
»El sonido —Gu— significa oscuridad y el sonido —ru— significa eso que destruye, que remueve.
»El maestro podrá faltarte un día, pero el Gurú siempre está ahí para guiarte, para decirte qué hacer o que no hacer, pero tu mente egoísta lo bloquea. Hay un Gurú dentro de cada uno de nosotros. Él siempre nos habla e intenta guiarnos. Desafortunadamente dejamos que algo más hable a la vez. Debemos calmar todas esas voces y entonces sí, seremos capaces de escuchar al nuestro Gurú interior.”
—Recordad: se egoísta en el sentido de que no permitas que nada ni nadie sea capaz de quitarte tu paz. —recalcó el maestro.