ella era perfecta, inmaculada, pura;
sin mancha, mirada tan serena.
en sus ojos se apreciaba el cielo,
acompañaba con una tierna sonrisa
su voz emulaba alguna sinfonía
que solo del cielo podía venir;
era arpegio de querubines
con trompetas anunciando la mañana.
cuando caminaba era como en las nubes,
tan suave que dejaba rastro de estrellas.
y dejaba un polvo de diamantes
que perfumaba con halos brillantes.
Todo era perfecto en ella; era pura
pero como beldad tenía una mancha,
solo una mancha, que enturbiaba
a la diosa entre mortales: yo la amaba.