Ponemos las manos en el espejo
en un burdo intento de atravesarlo.
En un ridículo juego que no era más que un juego.
Pero
cómo retroceder ahora.
Nos necesitamos.
Somos dos mimos que se quitan la ropa
cazándolas con cuerdas de aire.
Las dos bocas amarillas que se llaman
en los balcones bajo la luz de una luna imaginaria.
(Paz... Bosque...)
Los dos mimos que se pasan los pétalos en silencio,
las palabras rosas, las palabras,
en pétalo en pétalo en pétalo...
Las alas estiradas de los demonios
nos envuelven en una sala roja que tenemos en común.
El beso enlatado, el otro beso,
tu boca debe ser un gato que ronronea;
quiero acariciarla.
Mi boca tiembla porque está nerviosa,
mi boca es una pompa de jabón en la altura.
Muérdeme y lloraré de colorines sobre la almohada,
abrázame y te lloraré en los hombros,
sin farolas apagadas y en un día de sol.
Como dos mimos que ya no necesitan ventanas.