Tarde, muy tarde comprendí
la demagogia de tu belleza
incorporada en la sencilla
e impoluta obra de la mano
de un Dios artesano.
Muy tarde comprendí
la belleza escolástica
y el nacar de tu alma
tras el silencio roto
por un beso que no sucedió.
Y como gaviota suicida
en el ancho mar del jamás
te sorprendí hermosa
te advertí en el nimio detalle
de la exactitud femenina.
Muy tarde me puse llorar
y veía en mis manos
las lágrimas derramadas
como las últimas monedas
de un alma sin nada más.
Y es tu belleza un ícono
de las experiencias ultra
de los aterrizajes lunares
de tus lunares incontables
tu piel siempre eterna.
Eterna hasta los bordes
infinita en el contorno
en el realismo de tu sombra
el claroscuro de tu amor
que muy tarde descubrí.
Blas Roa