Soy oscuro como un pozo, como el agujero de una tumba. Soy profundo como el espacio sideral y el abismo de los océanos. Olvidé la lengua de los ángeles y mi origen. Soy una entelequia que pronuncia tu nombre durante las tormentas; no me apiado de nada, no tengo consideración. Las tinieblas se introdujeron en mí como un licor maldito, y respiro gas y me hago tajos en las muñecas. Soy la oscuridad, pertenezco a ella. Me envuelvo como en una sábana y medito y maldigo. Tengo las manos crispadas de pedir
la calma que nunca llega; pero mi corazón es tan negro que expía culpas. Soy un charco de agua negra sobre el pavimento urbano, un charco de agua sucia en los arrabales donde el puñal es mi dedo. No entiendo las cosas simples, no me interesan; la furia me da una lucidez que envidian los profanos. Soy nocturno y tengo la piel del color de la luna. Me escondo de los demás porque no los tolero, no entiendo su lenguaje. Abro tajos en mi piel como quien hace zanjas y vos no te asustas porque hay algo de esto que te atrae, te deslumbra y no soy luz ni calma ni consuelo. Soy antiguo como las pirámides. Abro el ropero donde están mis juguetes en llamas. Y los colecciono para una futura vida sin luz. Soy un coleccionista de momentos deprimentes, de fotografías abyectas de miradas de manicomio. Nadie me busca porque los repelo, por eso me escondo en mi habitación durante semanas enteras, no soporto el día, no soporto al hombre.