Tras veinte o treinta años
de acarreo de piedras y dura labor,
de sudor y sangre,
en medio de esta tierra hubo un castillo
de opresión y poder
que dominó sin visible mella
como dos o tres siglos,
que fue decayendo tres o cuatro más
y que luego, desierto, por otros cinco o seis
se fue desmoronando lentamente hasta que
tan solo quedaron estos versos antiguos
que cantan que una vez hubo un castillo
y que el viento es más sólido y duradero
que los muros de piedra y el orgullo.