VISITANDO ALA AMADAII
Esta vez iré a tu casa en la noche con un ramo de flores de baquelita; te diré mi amor en cuatro idiomas mientras un pájaro nocturno canta su melodía de ensueño. Te besaré en el zaguán y charlaremos sobre amores frustrados y primaveras. Nos acariciaremos los rostros, esos que en la vida cotidiana mostramos. Te traje de regalo un perfume oscuro y floral que perteneció a mi abuela andaluza. Tus encantos femeninos son tan bellos como un crepúsculo de enero. Tus manos perfumadas como jazmines y pequeñas iguales a las tórtolas. Tu alegría supera todas las tormentas, brillas en las tinieblas, reís similar a un arroyo desbocado de su cause y que desemboca en el mar, amantes de milenarias existencia. Soñamos juntos con golondrinas que vendrán y serán las mismas que nos vieron amar en la habitación de tules azules. Te acerco a mí y te tomo de la cintura; tu aliento de cedrón me agita el corazón. Los labios se rozan, se juntan, se abren y flotamos en el zaguán, levitamos como por gracia divina. Y pienso que algún dios nos está inspirando y al mismo tiempo escribe en su tabla de arcilla un poema sobre nosotros que luego leerá en los festines olímpicos. Es hora de despedirme; te acaricio el cabello y me rozás la mano con tu mejilla. Debo irme porque quiero llegar a casa para escribir, igual que el dios, un poema nuestro donde yo te adoro y vos me alegrás la existencia con tu presencia de princesa celta.