Una juventud marchita,
unos ojos ya cansados de ver
una facies decrépita
que olvido que su motivo de existir,
son aquellos seres exquisitos en
palabras, en gestos de amor y de comprensión.
Destino...
tu crueldad pone en duda mi existir,
lapidas mis palabras con desprecio,
que lejos de doler
complacen mi sufrir.
Puedo inferir el instante ello
de tu maldad
pero necesito una luz cegante
que añoro de mi niñez
que mi madre me lo robó y se lo guardó.
Y no me preguntó
si en aquellos dias lluviosos,
me cobijarían de tanta indeferencia
de tanto dolor.
Destino...
En mi escaso espacio que logro respirar,
permiteme un solo instante,
abrir estos ojos agotados
y deslumbrarme con los suyos
de aquel ángel bello
que aún recuerdo y le digo:
\"Madre\".