Aquella triste tarde de Mayo
Hacía un frío profundo y seco,
aquella triste tarde de mayo,
cuando un crudo invierno,
azotaba los viejos surcos
de mi angustiada alma.
Era intenso el calor del verano,
pero se congelaba mis cansados huesos
y secaban las escasas flores
de mi jardín de antaño.
Se tornó gris el azulado del cielo,
se acortaron mis pasos,
se enmudeció el sol de mis días
junto a la agitación de mi cano pecho
y se convirtió en recuerdo,
aquellos besos de fuego,
el delicado aroma de su piel
aquella voz de niña,
aquel amor pulcro y sagrado.