¡Ha muerto en otoño La parra!
Como asombrado miraba sus eléctricos brotes en los días de otoño
Acaricie su follaje y costra, tomando en mis manos
Sané con un suspiro, sus imperiosas fuerzas,
Y cavè profundo, un gran pozo, en su auxilio de pie allí estuve.
Entre pensamiento y balbuceos, tuve miedos
Tembló mi alma, que daño peor es desarraigar tu ser
O soportar a la enemiga hormiga
Me dolió el pecho, si fe, sin esperanzas.
Allá profundo, entre pedregales y arenas secas
Seguía y seguía la raíz de tu sabia
Y en un momento jale con fueras y firme estabas enraizada
Mas se corto en un sonido, quebrándose estaba tu vida
Y de prisa, en otro espacio soñé que reverdecerìas
Debajo de un nogal hermano, no han de faltarte las aguas
Amalgame tu silueta a las sombras Y pasaron los fríos y llego la primavera,
y tus brotes no salieron, a mi encuentro para adorarme.
Como se hace mi sentir obstinado y presuntuoso
Creer que la fuerza es todo, cuanto valen en la vida
¡Oh inexperto de mi hombre ignorante, poco sabio!
Aun recuerdo tus uvas negras dulces, que me obsequiaste un día.
Hoy debajo de unos zapallares, verdes bellas hojas nietas he contemplado
He visto con mis ojos de rocío, listos para asombrarse, los sarmientos que diste,
Los que hubiere sembrado, hojas verdes encendidas, dieron su merecido brote
Han vuelto a reír mis ansias, mis penas se fueron con tu tronco viejo en mis olvidos.
Darío Ernesto Muñoz Sosa