La ausencia de la flor, algunas veces,
provoca la presencia del perfume:
lo goza la nariz cuando lo asume
sin ponerse a pensar en pequeñeces
como esa de si está o no está la flor.
Algunas veces pétalos ausentes
sueltan perfumes mucho más potentes,
muestran mayor verdad en su color.
¿Habrá estado la flor ante la vista
alguna vez o siempre se ha tratado
de una flor que el deseo se ha inventado
para no ver la nada desprovista
de toda flor? No sé. Pero persisto
en gozar de la flor. Porque yo existo.