Vivir para adorarte es mi destino,
Para extrañarte, será mi condena;
El que tú me ignores inmensa pena
Y el que me ames el más dulce camino;
El no poder mirarte es el espino
Que mucho me hiere al contemplarte ajena;
Y mientras tú permaneces serena,
Yo desangro hasta el final de mi sino;
¿Qué debo hacer para que tú me quieras?
Renunciar a todo, hundirme en la nada,
Dime si mi muerte es lo que tú esperas
Ofrendaré mi vida tan preciada,
Con tal de que al final me permitieras
Robar de tu boca, esa miel dorada…