Somos hueso, somos carne.
Somos la esencia vital intacta.
Somos reloj que no se retracta.
Somos alma frágil y cobarde.
Nacimos para morir sintiendo
en cordeles bastante efímeros.
De mente y conciencia íntegros,
corazones que van creciendo.
Como tripulantes incrédulos
nos amotinamos contra la norma.
Experimentando sueños y formas,
hilarantes e inocentes péndulos.
Tras perdernos en la neblina
esquivamos tiempos nocivos.
Despertamos junto al motivo
de aguantar la difícil rutina.
Dejamos legado de vida,
fotocopias de nuestros rostros,
proyecto de nuestros gustos,
concebidos en precisa medida.
Ascendientes y descendientes
se alejan en sus funciones,
silencio en las habitaciones,
solo dos quedan presentes.
El reloj marca las siete,
avisa el fin de la jornada,
ya no hay “motivo”, no hay nada
mas que divagar inertes.
Es el destino del viajero
que se hace ver y nos reclama.
Recostados en una cama,
del polvo vinimos y a el volvemos.