Maestro y discípulos están reunidos en el templo, a dar la bienvenida a otro maestro que estaría de paso por dos días.
Uno de los discípulos reconoce al nuevo huésped maestro y es reconocido igualmente por éste. Se saludan afectuosamente.
El huésped maestro entonces le dice: —No tenía idea de encontrarte aquí y me alegro volver a verte. —Sí estoy aquí y mi maestro está conmigo, te lo voy a presentar. —contesta el discípulo.
Hechas las presentaciones, los dos maestros salen a charlar amistosamente, pero el huésped maestro no puede contenerse y le comenta al maestro:
—Querido maestro, creo que no deberías permitir ese tipo de cosa de tus discípulos.
Extrañado, el maestro indaga: —Qué tipo de cosas?
—Que tu discípulo haya dicho que tú estabas con él, cuando en realidad es el discípulo que está con el maestro. Siempre el discípulo debe seguir al maestro. —concluye el huésped maestro.
—Querido amigo y huésped maestro, cuando hay conexión entre dos corazones no hay diferencia entre ellos. Un corazón va donde el otro va, sin orden de llegada, porque llegan al mismo tiempo y al mismo lugar. Han bebido de la misma fuente y del mismo amor. Él me ama como yo soy y yo le amo como él es.
»Cuando amas a alguien, estás dispuesto a perderlo todo, incluso a ti mismo.
»La verdadera belleza surge de que puedas perderlo todo y seguir siendo quién eres.
»Yo sigo siendo quien soy y él sigue siendo quien es.
»Ahora, si te importa que tus expectativas sean alcanzadas, si te importa quién le sigue a quien, tu corazón solo estará conectado en la medida que esto alcance tus expectativas, que tu ego reciba estas caricias. Y estarás juzgando. Con eso solo conseguirás que —en vez de que te sigan, se sentirán arrastrados hacia tu oscuridad.
—Vamos a meditar un poco, querido huésped maestro, porque creo que lo necesitas. —dijo el maestro encerrando la charla.