Después de tan larga agonía,
abuelita, te has quedado fría.
Tú, que con tanta energía,
defendiste siempre tu vida,
te has quedado fría.
Querida abuelita,
perdona que no te quisiera,
tanto como tú,
a mí me querías.
Anda !..., Hija mía !
cariñosa y garbosa,
parece que te escucho
decirme todavía.
Y cuando no puedo más,
me lo repito sin cesar,
pues es lo más bello
que me han dicho jamás.
Tú nobleza baturra
nada disimulaba.
Yo no comprendía,
yo no valoraba.
Valiente aragonesa
nada te asustaba,
ni guerras mundiales
ni guerras de España.
Siempre en mí estará
tu sangre de maña,
y la buena maña
con que trabajabas.
Tus sinceras joticas
a la Virgen Pilarica,
orgullosa cantabas
cuando me enseñabas.
Y ya cuando expirabas,
al dolor entregada,
tus manos yo cogía,
tu cara miraba.
Y en ella tu sonrisa de paz
reflejaba, que Dios te veía
y junto a Él te llevaba.