Allá donde el rayo truena,
donde duermen las colinas,
donde canta el arroyuelo,
entre riscos y neblina.
Donde el viento helado envuelve
a las inmensas montañas
y orgullosas coquetean
las ágiles curramañas.
Las pastoras con su rueca,
los mingueros con su lampa
y el labrador con sus bueyes
va revolviendo la pampa.
Cuando el granizal avanza
en minutos hace triza
y un terciopelo radiante
a las praderas tapiza.
El rumor hace que espante
al venado que dormía
debajo de algún zarzal
sueños de melancolía.
Aroma a flores del campo,
aroma a tierra mojada;
sacude el poncho el pastor,
y el ganado a la majada
Se ve cual jardín florido
la chacra del alverjal,
y las espigas olean
allá en el verde trigal.
Canta ya el gallito kerco,
en la pirca del corral,
y la lastimada hojota
resbala en el lodazal.
Cuando los últimos rayos
caen del sol pasajero,
se disputan un rincón
los chanchos en el chiquero.
Con sus vivaces colores
el arcoiris enmarca:
pampas, cerros y quebradas
de mi lejana comarca.
La noche fría nos cubre
con su tapiz escarchado,
y con negras pinceladas
entinta todo el collado.
Mientras que en el eucalipto
canta el tuco una alabanza,
y al compás del triste canto
la macabra muerte danza.
Los duendes ya juguetean
desnudos junto al puquial,
mientras duerme el campesino
cansado de trabajar.
Y en el nocturnal silencio
oigo mi llanto de niño
reviviendo mis recuerdos
por misteriosos caminos.
J. Eugenio Sánchez Bacilio (JESBAC)