Que sería feliz, ella dijo, nunca me faltaría nada,
Pero tenía sus propios problemas y prejuicios. Yo solo necesitaba no estar conmigo mismo, ¿Quién puede mirarse en un espejo a los ojos y decirse que es feliz?
Me decía que me amaba, pero solo podía sentirme humillado.
¿Quién tenía la culpa? Su inagotable veneno en los labios, su incansable colección de gestos. Algo de ella me molestaba.
Que siempre me apoyaría, ella dijo, pero sentí más presión de lo que no soy.
Cuando me logre arrancar estas lágrimas del rostro, dejare de recordar las veces que ella me hizo falta.
Ahora se la diferencia entre arder y quemarse, es más piadoso morir en un segundo.
Pero ella seguía insistiendo en el futuro mientras yo no podía predecir si cenaría o no esa misma noche.
Ella dijo… ¿Qué necesito hacer para que sonrías?
y me pareció tan irónico que sonreí.