Languidece la tarde
tiñendo de amatista tus pupilas.
Se arrebola la lámina serena
de este espejo de cósmicos azules
que atesora en su fondo los rubíes
que encendió nuestro amor en sus riberas.
En danza etérea de sombríos velos
la noche avanza.
Desde su oscuro manto vaporoso
se desprenden luciérnagas celestes
que caen sobre las ondas cristalinas.
Y, suavemente,
la gran moneda argéntea de la noche
sale a alumbrar la seda de tu rostro.
Con mórbidos reflejos,
las confidentes aguas generosas
contemplan nuestras cálidas caricias
que embalsaman de hechizos otra noche,...
...otra noche de amor...
Y así, en tiernas penumbras junto al lago,
los destellos de luz de nuestros besos
van a unirse a los brillos de los astros
navegantes sobre el cristal dormido.