I
Eres sorprendente Señor,
al punto tal,
que jamás me dejas
de asombrar con tus ingenios,
con tus obras en el Cosmos,
gigantescas fascinantes.
Estrellas del tamaño
de un Sistema Solar,
y nubes de gas donde
nacen las estrellas,
o voraces Agujeros Negros
donde ni el tiempo escapa.
Jamás dejaré de cantar
tus maravillas, lo mismo
en un águila que en un microbio,
tu sabio equilibrio manifiestas.
Eres rofé de tus criaturas,
cuidando de sanarlas
y haciéndote cargo de la cabra
montarás que pare en soledad,
lo mismo que del hombre
que clama desde su lecho
de enfermo pidiéndote
sanidad para su cuerpo. Porque
donde la Ciencia falla ni el médico
obrar puede, solo le queda
la esperanza al moribundo,
que siente cómo se le va la vida.
de buscar tu Rostro en oración sentida,
por el miedo a morir, o por amar la vida.
Provees a todas las criaturas,
alimento y cuidados,
librando al pecador y al justo
al mismo tiempo, de la ira
y el peligro, de la furia del viento.
II
Jamás dejaré de cantar
cuando de mi alma provocas
el asombro y me detengo
a contemplar las alboradas,
esos bellos tesoros
que a diario me regalas,
con esos grandiosos matices
que le mandas hacer al Sol,
que más que una estrella
un millón de veces más grande
que la Tierra, según dicen
los Astrónomos, es un artista
que ejecuta por tu orden
la más grandiosa gama de colores,
lo mismo que el calor, y
la energía que hace posible
el surgimiento de la vida,
en esta esfera que a la distancia
exacta para no ser devorada
por el fuego, ni para ser
helado yermo, se encuentra.
III
Me sorprendes con una palabra
que he escuchado decir
a un reportero, acerca de un coloso
de aguas turbulentas, que la fuerza
humana no doblega,
y al parecer nada pudiera hacerlo
caer doblegado por tu fuerza
congelado, y muestras tu poder
haciendo ver que nada
a tu voluntad escapa. Y que si
el Juicio no viene todavía,
es porque la compasión que tienes
por los hombres, detiene la furia
de los mares, y mantiene
estable en sus límites la Tierra
en todos sus confines.
IV
Me sorprendes en el quehacer
cotidiano de la Ciencia que descubre
los más íntimos secretos de la Materia,
jugando con la mínima partícula,
el Físico excita el átomo y lo fragmenta
en bosones, en su afán de hallar
el misterio de cómo se formó
el Universo entero. Y se devana
las circunvoluciones del cerebro
tratando de entender y descubrir
lo que está oculto. Y elabora
complejas ecuaciones. Para al final
declarar sincero, que Una fuerza
superior se encuentra
detrás de los misterios.
Que hay un punto donde no puede
penetrar el hombre, en su afán
de descubrir, de dónde,
le viene la existencia.
V
Y si hablamos del alma,
esa inseparable e indefinible
sustancia que la Ciencia
no puede medir, compañera
que guarda, la parte sustancial
de la persona, arcón de sentimientos
y la consciencia. Alma que está
formada a semejanza tuya
porque te plugo hacerla de esta forma.
Porque es el alma la que inquieta
la que te busca o te rechaza,
independiente a la razón de la lógica,
de la certeza de lo tangible y lo probable.
El alma que se corrompe o purifica,
que permanece en bruto o se madura,
dependiendo el derrotero que persiga,
deposita los más nobles ideales,
o lo más abyecto de las más
bajas perversiones.
Y tú, me vuelves a asombrar
por la paciencia que tienes,
a los hombres y tu Amor,
palabra desgastada entre las gentes,
que piensan que amor es lo que sienten,
pero no entienden lo que significa:
amar sin condiciones.
VI
Y vuelvo a ti que eres
el tema de mi canto, de mi asombro,
de mi vida. Porque siempre
todo vuelve a ti pues que todo de ti
proviene y en ti termina.
Eres el Padre que me cría,
porque desde hace tiempo mi padre
en tu presencia mora. Mi Madre
es tu palabra que me enseña,
con la misma ternura y rigor que
para que yo aprendiera usó mi madre,
quien ya partió también a contemplarte,
quizá desde una estrella.
Vuelvo a ti porque es inevitable
no sentirte,
porque es inevitable
no pensarte,
cuando el asombro y el misterio,
se unen en una misma pregunta.
Porque te siento, a veces junto a mí,
y a veces dentro. Llamándome
con ternura o exigencia, según lo necesite.
Porque me guardas del peligro que acecha,
y me sustentas como lo hace un padre.
Alivias mis angustias, y me das la certeza,
de que la muerte solo es un trance.
Porque aunque el tiempo destruya
lo que hice, o lo que fui a nadie le interese,
y mi memoria se pierda en esta Tierra,
a donde nadie le importe mi presencia,
ni se me extrañe después de mi partida.
Mi alma, esa indefinible sustancia
que anima la materia guardada en este cuerpo,
cuando parta tendrá una Eternidad,
para mirarte, y seguirse asombrando
con tu Existencia.