Me fui una noche
a una fiesta,
era familiar
y muy modesta.
Se bailó con discos
no con orquesta;
no había langostinos
ni tampoco croquetas,
solo había maníes
y otras cosas de esas
papitas y tostones
caramelos y chupetas
y varias bandejas
con diversas galletas,
con crema de sardinas
de extraña receta,
que cualquiera al comerla
diría: ¡Qué Cresta!
y pensar que los anfitriones
tienen hasta empresas
y están todo el tiempo
con la moda francesa,
y no compran guineos
solo manzanas y fresas
y tienen hasta fotos
con miembros de la realeza;
y entonces nos salen
con la fiesta esa,
dándonos a todos
una gran sorpresa.
No había ni sillas
tan solo banquetas
y unos tarantines
que tenían por mesas.
Unas cortinas
cuyo olor apesta
y el retrete ¡Qué horror!
Sucia la poceta,
las baldosas mugrientas
de forma muy puerca;
y colgadas en la ducha
varias pantaletas.
Creo que con esto
se les cayó la careta
y eso que la fiesta
la hicimos de colecta.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela.