Las ventanas miraban con ojos entrecerrados,
la puerta intentó frenarla,
los muebles gritaban ¡DENTENTE!,
a pesar de ello, ella continuó,
continuó jugando con vida, jugando,
hasta que el juego terminó y le tocó perder.
En ese momento las ventanas comenzaron su silencioso llanto,
la puerta cesó y los muebles callaron.
En ese momento sólo se escuchó el amargo canto del silencio.